Educar los sentimientos

Para el existencialismo de Albert Camus el absurdo nos espera en cada situación de la vida y nos anclamos en un destino como el de Sísifo y su piedra. Pero si nos imaginamos a Sísifo dichoso con su tarea, nos alejamos poco a poco de ese sinsentido que no podemos evitar. ¿Cuál será, entonces, nuestro comportamiento en esta condena? Habla Camus de la honradez, una “honradez desesperada”. Aquí queríamos llegar: convertir esa virtud en algo tan nuestro que se transmute en sentimiento con esa carga de transparencia y solidaridad.

Todo sentimiento positivo debe irradiar el ambiente que nos circunda como una capacidad de entusiasmarse y entusiasmar…, la empatía, que es algo así como “saber lo que sienten los demás”, en palabras de Daniel Goleman.

Esta influencia interior hacia lo exterior, que es el sentimiento que acerca a los seres humanos, es la fuente que enriquece la vida y hace una vida feliz. Por eso optamos, en esta ocasión, por la honradez que, como virtud y hábito, se transforme en un sentir y actuar honrados.

Educar en esta línea es hacer crecer en el joven el rechazo a la mentira, que es el más perverso de los males. Honradez que es aceptar lo que uno es: lo que se sabe y conocer lo que se necesita. Al superar el engaño propio y ajeno crea un ambiente selecto. Es la reconciliación del hombre con la verdad y consigo mismo: libertad, historia, proyecto, muerte y esperanza…, relataba Julián Marías, no hace mucho, en un artículo periodístico.

¿Cómo educar en este comportamiento que venimos insistiendo?

– Partimos de un profesor con dominio de sí y automotivación. Alguien que piensa lo que dice y dice lo que piensa. La coherencia en sus planteamientos y acciones. Este comportamiento continuado inunda poco a poco el entorno educativo.

 – No permitimos la mentira ni el engaño del alumno. Honradez en esas faltas a clase no justificadas y que tratan de justificar, la trampa que se intenta realizar en el examen.

– Educar y conducir en la solidaridad que hace renacer un marco de simpatía en el entorno, en la clase, con una preocupación por el otro: por sus éxitos y su fracaso.

– Honradez que es sinónimo de ser consecuentes con los propios pensamientos. La adecuación entre la obra del pensamiento y la tarea de la acción.

– La fuente de la vida ética ha sido el respeto a los Derechos Humanos desde el remoto estoicismo hasta la actualidad. Respirar ese respeto es la mejor educación de los sentimientos humanos.

Fácil es escribir sobre el tema, pero la dificultad asoma cuando inquirimos la forma de hacerlo práctico, diario… educar en valores. Si nos aproximamos un poco a la solución no podemos dejar de lado que para conducir a buen puerto este sentimiento –o los sentimientos en general- que nos preocupa en estas líneas, la honradez, debemos conseguir que, en una clase de adolescentes, nuestros pasos y nuestra mirada se centren en:

– Que el alumno/a exponga sus propios pensamientos: sentimiento en el juego de la verdad.

– Que el diálogo con los demás sea de aceptación y de sentido crítico: sentimiento del respeto.

– Siempre podemos encontrar para nuestro propósito modelos humanos que en su actuación y, pese a las circunstancias, se asentaron en sus convencimientos: sentimiento de honradez consigo mismo y con los demás.

– Pero también encuentro los contraejemplos que ayudan a su rechazo. La falta de transparencia y sinceridad en los gobernantes o los problemas mundiales graves como consecuencia de intereses personales. Perfectas manifestaciones de una total falta de honradez.

Hay un interés creciente en nuestra sociedad por eso que llamó Javier Zubiri “inteligencia sentiente”. Hablamos hoy de pensamientos positivos, de autoestima, de que el poder está dentro de nosotros… Todo es para volver, hastiados de un racionalismo heredado de la Grecia clásica, a la vida, al sentimiento. Es el momento de encauzar esta tendencia, pues con ella quizá consigamos una atmósfera de menos contaminación. Algo más limpio para depurar el río revuelto del siglo XX que agoniza.

Ubaldo Fernández.

Profesor de Filosofía.

IES “Marqués de Santillana”, 1999.