Sobre el mensaje de S. Hawking
Este «segundo Einstein del siglo XX», en el decir de algunos entendidos en la materia, nos plantea, en el ámbito moral y bajo la mirada científica, -me ciño a un capítulo de su comentado libro «Historia del Tiempo»-, un problema grave: la libertad. Negar este concepto es dejar a Kant sin su postulado para salvar la Ética, es negar a Sartre la esencia de su filosofía: «estamos condenados a la libertad», a proyectar, a inventar nuestros valores…
Hawking nos relata un determinismo científico o, en caso de un Dios creador, una especie de predestinación. Aquí el hombre, como un microcosmos, se mueve por esas mismas leyes del macrocosmos. Por eso, si la ciencia («el objetivo final de la ciencia es proporcionar una única teoría que describa correctamente el universo») llega a descubrir esas leyes que rigen todo el universo, habremos dado con el conocimiento del pensamiento de Dios, habremos conocido el sentido de la vida (y de la muerte). Sabremos hacia dónde vamos, de dónde venimos, pero también sabremos que no podemos evitar el rumbo del universo y, si el hombre es una pieza más, si más que alma tenemos un ordenador, entonces tampoco se puede evitar nuestro rumbo.
Así habla el físico, el científico positivista. Pero Hawking abandona momentáneamente su universo y sus agujeros negros (que, por cierto, están llenos de luz) para saludar a los participantes en los Juegos Paralímpicos de Barcelona.
Esta ya es una ética humanista, un discurso emotivo y auténtico. Es una Weltanschauung. Una de las visiones del mundo que habrá que presentar a nuestros jóvenes. Más el problema asoma: ¿habrá un desarrollo intelectual en nuestros adolescentes para comprender? Porque los grandes mensajes vienen de grandes hombres, que nos informan del ideario de su vida o de un programa para todo hombre. Y esto hay que entenderlo y criticarlo: la capacidad crítica del adolescente. Es esta capacidad, este hacer que el joven piense, que estudie para que, al menos, no le engañe la vida. El pensamiento crítico que aleja de ese cómodo dejarse llevar: desde el consumismo hasta la ideología imperante. Volviendo a Hawking, su mensaje hacia ese grupo humano cargado de discapacidad es universal:
– Igualdad de oportunidades para superarse. En este caso en el plano deportivo, pero lo podemos ampliar a todos los planos.
– «Todos somos especiales». La dignidad de la persona, de toda persona. El ser humano que lleva «dentro de sí una fuerza creadora». Nuestra realización, el hombre como nuevo Prometeo robando el fuego a los dioses. La rebeldía ante la sumisión o el dejarse llevar que decíamos más arriba.
– «Que cada uno muestre todo su potencial», pues el problema físico es un «problema mecánico». Distinción perfecta entre esa chispa de fuego -nuestra verdad, nuestro ser- y esa envoltura de carne y hueso que, como toda máquina, se avería, se repara, se desgasta.
– El no rotundo a la marginación («somos seres humanos normales que sólo tienen algunas necesidades especiales”). Oportuno mensaje para esos adolescentes que en estos finales de siglo se fanatizan en sus ideas: ultras, neonazis, “cabezas rapadas”… Todos, sin marginación, con su derecho al respeto y, como enumeran los Derechos Humanos, sin distinción de raza, sexo, nacionalidad…
Es este tipo de modelo universal lo presentable al joven de nuestra clase de Ética. Porque al adolescente no le sirven modelos que tienen una trascendencia de intereses, unos «intereses creados». Sería una contradicción, como pusimos de manifiesto, poner una hora temprana de vuelta a casa mientras unos empresarios alicantinos se manifiestan en contra de adelantar una hora el cierre de su bar o discoteca. Vender el producto y, a la vez, recriminar su compra ¿en qué quedamos?. Esta es una de las quejas, como vimos, del joven ante el adulto.
El modelo de Hawking es válido. No hay ningún interés escondido: no pienso que el autor del mensaje necesite del aplauso ni de la venta de sus libros. No busca la fama ni el reconocimiento, porque ya lo tiene. Es el ejemplo de la admiración por el hombre y de la fortaleza ante la adversidad, de la comprensión por el dolor humano y del rechazo de la marginación de los disminuidos, los «inútiles» en boca de esos fanáticos de la raza, según un reciente anuncio televisivo.
Este texto es de los que encaminan al alumno hacia ese «salto cualitativo», que es la madurez auténtica. El espíritu crítico ante la vida junto a la flexibilidad como síntomas de avance, de superación de etapas anteriores. Esa desorientación moral debe ser orientada por el sendero de la confianza en el hombre, el respeto y todos esos derechos promulgados hace bastantes años.
Ubaldo Fernández Díaz
Profesor de Filosofía
Seminario de Ética