Desde la duda: Sobre Albert Camus

A modo de recuerdo traemos hoy a esta página un pensador que, dadas las circunstancias existenciales en las que nos enredamos, goza para mí de una actualidad sorprendente. Camus nace en 1913 en Argelia y allí se educa, viaja a Pa­rís, participa en la Resistencia, recibe el premio Nobel de Literatura en 1957 y morirá en accidente de carretera en1960. Tiene obras importantes como El extranjero, La peste o El mito de Sísifo… Y será esta última sobre la que re­flexionaremos en unos pocos párrafos.

El mundo no es racional por mucho que lo quiera Hegel y a nuestro alrededor, como en el entorno argelino de Camus y después el entorno de la Guerra y la Resistencia, no todo es simetría, equilibrio o sentido. Si pensamos en Yugoslavia, Cuba, Ruanda, los que comen y los que derrochan, surge el sinsentido y es así: la pregunta por saber hacia dónde está el presente y nos hemos quedado sin brújula. Pero no es que el mundo en sí sea absurdo, el mundo simplemente es. «El absurdo surge de esta confrontación entre la llamada de auxi­lio del hombre y el irracional silencio del mundo». De lo que se trata es de buscar sentido a esa llamada y a ese silencio: «juzgar que la vida vale o no vale la pena de ser vivida es responder a la cuestión fundamental de la filosofía». (Todas las citas están tomadas de El mito de Sísifo). Pero cuando ahondamos en la vida y se muestra su verdad, es una verdad absurda: el mal, el sufrimiento de los inocentes que tanto le preocupó a Camus -en su obra La Chute culpa a Jesús en el asesinato de los Inocentes-. Ante toda la inutilidad del vivir, ¿qué decidimos?. «No hay más que un problema verdaderamente importante: el suicidio» (Camus había estado seriamente enfermo y se había planteado la posibilidad del suicidio). Ahora bien, no recomienda nues­tro autor el suicidio; suicidarse sería someterse al absurdo. Su solución será la rebelión ante el absurdo. Suicidarse es dejar el problema igual, no lo soluciona.

Con esto aparece ya «el hombre del absurdo», como él es­cribía. Este hombre puede adoptar ante la vida varias for­mas: un Don Juan en busca de placeres y luchar por este camino contra el sinsentido; la dedicación a una causa so­cial o política es otra forma de continuar por la existencia; el artista creador en su mundo de utopía y realidad y, por último, un santo ateo que se entrega a la vida en ayuda del otro, como se relata en La peste. Sea la que fuere la salida por la que optemos, esa salida existe pues el hombre es el único que puede superar el nihilismo. El hombre libre: «no puedo comprender lo que sería una libertad que me fuera dada por un ser superior». He aquí ya el ser humano libre y desamparado, buscando el sentido dentro de la vida, en el más acá. Porque ya hemos dicho que no vale el suicidio, vale la honradez -alguien ha calificado a Camus como «la honradez .desesperada»-, la honradez humana, no virtudes con premios lejanos en paraísos trascendentes.

Y ¿quién es ese Sísifo que da título al libro? «Los dioses habían condenado a Sísifo a empujar incesantemente una roca hasta la cima de una montaña, de donde la roca volvía a caer por su propio peso. Habían pensado, con razón, que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y desespera­do». No nos olvidemos que el castigo era eterno, es decir, siempre así y sin posibilidad de cambiar el destino.

La intención de Camus en el relato de Sísifo es dejar clara su postura ante la vida y el suicidio. Por eso, Sísifo, héroe absurdo, acepta su absurda tarea. No dejará que la piedra aplaste su cuerpo (suicidio), sino que seguirá viviendo. Eli­ge la vida. Se enamora de su piedra. «Toda la alegría silen­ciosa de Sísifo consiste en eso. Su destino le pertenece… Hay que imaginarse a Sísifo dichoso».

«Sísifo dichoso» esta es la conclusión y, a la vez, lo sor­prendente. Porque se puede malinterpretar como un estoi­cismo que se resigna, con una aceptación de lo que siempre ha sido así, con lo sagrado que está sobre nosotros. Pero no es eso. Es la rebeldía ante el absurdo (la piedra absurda de Sísifo es el símbolo de todos esos problemas que hacen la vida desesperada), con las ganas de vivir intensamente lo que hay -influencia de Nietzsche sobre Camus-, porque no hay otra cosa; Camus era ateo por aquello de «todo está permitido» de la obra Los hermanos Karamazov de Dostoievski. Es la honradez como virtud sin recompensa la que hace que Sísifo y su piedra no se separen nunca.

Ubaldo Fernández

Profesor de Filosofía

You may also like...