Desde la duda: Los filósofos en la novela

En esta revista literaria, en la que ya brota una nueva primavera y que navega entre lo poético y lo profundo, entre el corazón y la razón, no está fuera de lugar que hoy nuestra perspectiva tenga un objetivo actual  -por eso de que hay que estar al día-: El mundo de Sofía del profesor noruego Jostein Gaarder quien, además del libro, nos visitó hace unas semanas.

Esta novela sobre la historia de la filosofía está alcanzando un éxito inesperado: número uno en ventas en Noruega, Suecia, Finlandia…, se extiende por toda Europa y se prolonga hacia los países árabes, Corea y Japón. Sorprendente. Aquí en España no podía ser menos: también ha llegado a la máxima altura en ventas, pese al atentado -como ya escribimos en otra ocasión en estas columnas- que sufre esta materia en  nuestro país como consecuencia de esas mentes lúcidas que nos dirigen desde el Ministerio de Educación y Ciencia. De nuevo, sorprendente. Y es que esta novela en su caminar y diálogo con los pensadores no deja lugar al aburrimiento y bostezo, típico en las historias de la filosofía y los manuales para bachilleres.

Así pasa revista a las mejores mentes de la filosofía: Presocráticos, Sócrates, Platón, Aristóteles, Sto. Tomás, Descartes. Hume, Kant y un largo etc. hasta Sartre. Con unos protagonistas, Sofia y Alberto, que casi traspasan el umbral de la ficción a la realidad, que distraen al autor para hacer lo que quieren y que se rebelan ante las situaciones en las que les pone su creador. Unos personajes más vivos que los vivos y que nos hacen recordar a Lewis Carroll con todo el torrente de fantasía: aquella Alicia con sus maravillas y a través del espejo. Porque la filosofía también se tiene que rodear de imaginación y su nacimiento es admiración en libertad de ataduras; por eso la ciencia, esclavizada por el razonamiento y el número, da a luz la seriedad, el teorema., la teoría…, pero nada sabe sobre el amor, la vida y la fantasía.

Saber escribir fácil lo difícil. J. Gaarder va tejiendo esa visón general de la cultura occidental que ha hecho despertar la curiosidad de lectores que quizá nunca se habían acercado a la filosofía. Y eso que el libro ronda las 700 páginas en la edición que yo he manejado… Es un estilo, el de este profesor, desenfadado, fresco, de canto a la libertad…, como el que empleó Fernando Savater en las páginas de su Ética para Amador y Política para Amador.

Nuestro autor, entre la enseñanza de filosofía y la creación de relatos para jóvenes, lleva su trayectoria y su existir convencido de que  «hemos aumentado en curiosidad…, nos hemos vuelto más ricos en preguntas y las respuestas se ha hecho más escasas» (Entrevista en el diario El Mundo del 29/3/95). Y continúa: «Hacer preguntas enriquece la vida»; «es importante crear generaciones que sean criticas. Y la filosofía proporciona en entrenamiento necesario para ello. La revuelta estudiantil de los 60 estuvo animada por la filosofía, pero ahora los estudiantes son muy poco rebeldes». «La informática nunca nos podrá proporcionar la  identidad. Hay que ponerle un limite y por eso es importante que las disciplinas humanísticas se sigan estudiando y desarrollando». Acaba las declaraciones de un modo optimista: «Yo cada mañana saludo al día y por la noche lo despido». Es la alegría de estar vivo. el deseo de querer vivir, la inyección de vitalismo que, a veces, necesitamos tanto.

El mundo de Sofía es un libro dentro de otro, una novela en una novela y el lector, casi sin darse cuenta, se hace amigo de Sofía Amundsen y de su mano va recibiendo noticias del filósofo Alberto  Knox. Pero ellos sólo son la mente de un padre que reflexiona para su hija y este padre, a su vez, ha salido de la imaginación de este escritor noruego  que hoy comentamos. A lo largo de este idealismo -como el de aquel obispo y filósofo irlandés, Berkeley, muerto en 1753, que afirmaba aquello de «ser es ser percibido»-, el lector empieza a preguntarse sobre su identidad: ¿quién soy?, para entrar de lleno en la filosofía y sus eternos problemas; el mundo y su origen, la vida después de la muerte, conocimiento, realidad, ser… Las soluciones pueden ser muchas en esta búsqueda de la verdad, de ahí que sea obligado hacer un largo recorrido: toda la historia de la filosofía. Y aquí es donde aconsejamos la lectura de la novela  para darse un paseo por el pensamiento occidental y hallar las raíces del hoy en las ideas del ayer.

En las cartas, a modo de introducción, que recibe Sofía podemos leer: »lo único que necesitamos para ser buenos filósofos es la capacidad de asombro». Y cuando esos personajes de ficción, Sofia y Alberto, en las últimas líneas de la novela  desamarran las cuerdas del bote real amarrado en la orilla del lago, descubrimos cómo la imaginación, las ideas, se hacen realidad…, porque «un auténtico filósofo no debe darse por vencido», sentencia Alberto.

No sorprende el éxito de la novela cuando uno reflexiona lo que tenemos y de lo que carecemos. Cuando, en este milenio que agoniza, la ciencia lleva la voz cantante y contante, el triunfo; la sociedad corre tras un pragmatismo acrítico y parece como si las grandes preguntas y dudas ante el universo se hayan estancado para siempre. Este relato sirve como despertador que nos avisa y, con su insistencia, nos marca la hora -¡ya es hora!- de la reflexión, de la búsqueda de la explicación que se esconde.

Eso es la filosofía y de esta forma, porque la realidad tiene muchas perspectivas, se preguntaron por todo lo que nos rodea la larga lista de personajes que asaltan la curiosidad de Sofía. Si nos hemos colocado la venda en los ojos, que al menos los jóvenes, (Sofía cumple quince años), vayan con la cara descubierta. De este modo el futuro puede amanecer con sentido o, mejor, buscando el arco iris en el horizonte. Y podremos escribir, con la misma imaginación y profundidad, la segunda parte a la que nos invita esta novela, que está escrita en dirección a la esperanza de reencontramos a nosotros mismos y no dejar el barco a la deriva. Leamos El mundo de Sofia para comprender la curiosidad de los filósofos y concluiremos en que la razón y el corazón son guias inevitables del hombre. El pensamiento, la razón -los griegos decían «logos», de aquí «diálogo» y comunicación entre todos- y la necesidad de comprender harán que volvamos la vista a las raíces en espera de un nuevo florecer.

Pero siempre quedan dudas: si Sofía y Alberto «escapan» al Mayor, el que en la ficción escribe las lecciones de filosofía, ¿no se «escapará» también el Mayor de la pluma de Jostein Gaarder como una conciencia que quiere rememorar nuestro conocer pasado y habita en nosotros como inquietud que sueña con respuestas?. Que el lector responda.

Ubaldo Fernández

Profesor de Filosofía

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