Fragmento del cuento “La belleza de lo imposible”

[…]

Compró cuatro, uno de ellos excesivamente fino. Para algo los necesitará esta mujer, hoy de escote generoso, que vive aquí rodeada de agua y quiere llevar al lienzo todos los brotes de belleza, y son muchos, que le ofrece esta tierra de vientos airados. Ha parado en una terraza para tomar un té con limón. Hoy no le apetece la tostada con tomate y aceite, la nicotina de ayer castiga al estómago hoy. Anoche estaba cansada, pero fueron más fuertes sus pensamientos que el sueño: le vino a la memoria el libro sobre estética de un pensador alemán del XIX, ¿Hegel? Sí, Hegel, que había leído el invierno pasado. Recordaba bien lo de, según el filósofo, el arte como manifestación sensible de la idea o aquello otro de que la belleza en el arte supera la natural porque proviene del espíritu. Estas ideas, que para otros serían un somnífero o anestesia para los hospitales, para ella era motivo de desvelo. Acaba el té, paga y, milagro del cuerpo enfermo, no ha encendido un cigarrillo. No durará mucho esta abstinencia. Porque hoy no trabaja.

Pasa a la cocina y, lo primero de todo, es limpiar el pescado suyo de cada noche. Después se aseará y tocará el piano para intentar, una vez más, pasar al pentagrama vacío las notas de agua mansa bajo la mirada de una luna llena. Escribir la partitura del silencio, la canción callada del mar y las estrellas cuando todo duerme. En estas nubes se mueve la imaginación del que ya se está sentando en el taburete y alza la tapa que cubre el teclado. El cuco, sin que nadie se lo mande, abre despacito, sin hacer ruido, la pequeña ventana y sus ojos están fijos en las manos, a veces lentas, a veces rápidas, de su compañero de casa y de tiempo. Siempre hace lo mismo este animal de madera que, como Pinocho, quiere dar vida a su cuerpo muerto. Siempre hace lo mismo: escuchar armonía para armonizar sus horas, elevar su alma de madera para sincronizar las agujas de la esfera. Este animal de trozos de madera pintados,  no podría habitar una casa que se alejase de la clave de sol, de la clave de fa, de la clave de do…El pianista lo mismo se relaja con el  Para Elisa  que se apresura con La Marcha Turca. Razón llevaba la joven sirena al pensar, como aquel filósofo griego cuya vida era su academia, que la música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo. Y si no que se lo pregunten al pescador, que se lo pregunten al cuco. […]

You may also like...